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Es un lugar ineludible y sagrado en La Habana, que late al ritmo de su gente; una verdadera reliquia de la ciudad que saluda con orgullo a la bahía.

La Plaza de Armas es un lugar único en la capital cubana, el corazón de La Habana Vieja. Ni siquiera la pandemia ha podido quitarle su encanto, su orgullo centenario tallado en las piedras de sus calles y edificios, manteniéndolo como uno de los más queridos por cubanos y turistas.

La plaza fue, en su versión original, el punto de fundación de La Habana, el lugar desde el cual la ciudad creció a la orilla del mar y donde residieron las autoridades civiles y militares. Por muchos años fue también la sede de la Iglesia Parroquial, luego, luego de varias remodelaciones, cambió de cara hasta alcanzar lo que es hoy.

A su aspecto antiguo se suman edificios aún emblemáticos de la capital cubana, como el Templete edificado donde, según la leyenda, se celebró la primera misa y el primer ayuntamiento, el Castillo de la Real Fuerza con su icónica estatua de la Giraldilla, el Palacio del Segundo Cabo construido como Oficina de Correos y Palacio de la Intendencia, y el edificio de Capitanes Generales, sede del gobierno colonial, todas joyas del patrimonio habanero.

Son muchas las historias y leyendas que acompañan a este lugar; sus riquezas reales y simbólicas que la hacen grande en la historia de Cuba La Plaza de Armas es mucho más que una postal turística, con sus palacios y palomas, o un recordatorio del antiguo poder de la metrópoli española.